jueves, 6 de agosto de 2009

3 de Agosto

Llegó otro día de las difíciles, en este caso otro par de días. Quizás lo fuera más porque te encantaban las fiestas y no parabas de disfrutar de ellas desde antes de que comenzaran hasta más allá de su término. Te encantaba reunir entorno a tu mesa a cuanta más gente, mejor. Siempre le dabas vueltas a todo para que tu familia se sintiera a gusto y estuvieran felices, todos juntos y reunidos, como cuando vivía el abuelo.

Yo lo pasé lejos, paradojas del destino, en el último lugar donde fuiste de vacaciones. Sé que me hubieras llamado todas las noches contándome las últimas noticias del día y te escucharía alegre, contenta y divertida. Quince días antes ya me habrías dicho: "tu prima ya nos compró los disfraces a tu tía y a mí y ya verás, vamos a ir de xxx ...jeje...nos haremos fotos y te las enseñaré; eso sí, a tu padre y a tu tío ni una palabra que ellos tampoco nos han querido decir de qué iban a ir".

Tu hijo tampoco estuvo, el que sí fue únicamente a misa fue tu marido, es lo máximo a lo que podíamos haber ido ninguno de los tres, los recuerdos son demasiados y nos hubiera dolido todavía más tu ausencia. Hablé con él por la noche y no le quise preguntar mucho, ya sabes que de estos temas cuanto menos hablemos, más llevadero será. Con quién lo comenté más fue al dia siguiente con tu hijo y él, él me contó...

Recuerdas jefa? Empezaba la procesión y antes de que sonaran las primeras notas ya estabamos al pie del cañón. Bailabamos tú, tu marido y yo, cada uno con una pareja diferente y alargabamos el recorrido lo que no estaba escrito. Si no podía tu marido, ya sabes que yo ahí me ponía aguantando mecha, en pleno mediodia del mes de agosto, con el sol pegando en todo lo alto. Sonaban las jotas, una detrás de otra y mi pareja y yo ralentizando la marcha cada vez más. Mínimo hacíamos que durara una hora y terminabamos delante de la iglesia, por supuesto, bailando más jotas. Antes de que terminaran de tocar teníamos que bailar tú y yo, mínimo una, dos, tres, las que fueran hasta el final. Tú encantada de bailar con tu hija y yo, feliz de bailar contigo.

Luego venía la subasta de los brazos de la Santa, tantas veces metiste brazos...para agradecer, para pedir, para cumplir una promesa...por ti, por mi, por mi hermano, por papa, por tu familia...siempre había algún motivo para hacerlo...

Y tu hijo me contó, me contó que justo antes de acabar la procesión, antes de que papa metiera un brazo por ti, antes de escuchar las últimas notas de la dulzaina, tocaron una jota: por ti, para tí, dedicada a ti.

Escuchando estas palabras se me hizo un nudo en la garganta que no me dejaba llorar por la emoción, porque no quería pensar mucho en nuestras fiestas cuando estabamos todos juntos pero ahora sí, ahora lloro, lloro lo que no he llorado durante estos cuatro meses, durante el tiempo que estuviste enferma, porque te echo mucho de menos, porque te fuiste demasiado pronto y no te di los suficientes besos ni abrazos ni te dije lo suficiente que te quería.

Ésta es tu jota, es nuestra jota, es la jota que en cuanto sonaba en la procesión ó en la verbena, venías corriendo a donde yo estaba y nos poníamos a bailar; la que siempre que suene me recordará a ti y que llevaré en mi corazón.



5 comentarios:

M dijo...

Siempre estará contigo allá donde vayas.

Un abrazo muy fuerte

cris dijo...

Ay mi jotera...
Un pedazo abrazo de esos que te dejan relajá para una semana y media ;)

^lunatika que entiende^ dijo...

Pensamos que nunca fueron suficientes los besos o los "te quieros"... Pero, a mí me gusta pensar que mi padre lo sabía cuando se fue, sin necesidad de decírselo...

Un abrazo, guapa.

Anónimo dijo...

Eeesto...que iba a decirte?
ah, si!
¿bailamos?...tú ya sabes (un guiño)

Veratz dijo...

Besos y abrazos preciosa.