Mi dia

La noche estaba siendo movidita. No podía parar quieta en la cama, se ponía en un posición y las molestias le hacian intentar encontrar mejor acomodo. Las horas iban pasando y en esa noche calurosa de verano los segundos parecían minutos y los minutos horas. Las manillas del reloj alcanzaron las seis de de la mañana y seguía igual.

Me voy a trabajar? me quedo? te llevo? La preocupación era normal, aunque la vez anterior se retraso quince días, ahora era distinto. Era el día anterior al que les habían dicho pero tampoco se iban a fiar de lo que les decían, mejor hacer caso al cuerpo. Así que las preguntas se sucedían una detrás de otra para asegurarse de que todo fuera bien mientras no estuviera en casa.

Vete, vete, parece que se me pasa, todo está controlado. Y se fue no del todo convencido. No le dió tiempo a llegar al trabajo cuando ya le estaba llamando que regresara, que ya sí ó sí. Corriendo con el coche, subió, la recogió y enfilo hacia la clinica. Nervios y más nervios. Parada en la puerta principal, tranquilidad relativa, ya le dejaba en manos de médicos y enfermeras.

Mientras, él se iba a dejar el coche al aparcamiento para subir cuanto antes a su lado. No tardó ni cinco minutos e hizo el trayecto en tiempo record, todo con tal de no dejarla sola y estar presente en un momento tan importante. Subió, preguntó hacia dónde y cuando llegó... allí estaba ella, tomandose un chocolatito y a su lado una renacuaja con ganas de ver el mundo y disfrutar de él.

Durante los nueve meses se había estado cuidando, no le iba a pasar igual que con el primero que aumentó de peso bastante y luego le costó más. Con ésta se cuidó tanto que la gente por la calle cuando la veían y decía que ya estaba de ocho meses no se lo podían creer ya que ni se le notaba.

Pero todo tiene su compensación porque le fue bien, muy bien y muy rápido; casi ni se enteró y la enana nació con cuatro kilos larguitos de peso, similar al hermano, pero con la diferencia de que lo único que engordó su madre fueron esos kilos y ninguno más.

Ella feliz, él feliz, el hermano que cumpliría cinco años en quince días feliz también y la enana...la enana berreando y advirtiendoles ya desde el primer día que iba a tener un genio temperamental y muchas ganas de dar guerra...

Hoy es mi primer cumpleaños sin ti, hoy no recibiré un tirón de orejas ni tampoco una llamada felicitándome. Casualidades de la vida, este día comienza una nueva etapa en mi vida, justamente en el mismo lugar donde fuiste de vacaciones la última vez. Aquí, que estabas indecisa en si venir ó no, porque pensabas que igual te ponías enferma y no te sabrían tratar. Te animamos y te animamos y conseguimos que lo hicieras. Lo pasaste muy bien, te divertiste, me llamabas todas las noches contándome lo que habíais estado haciendo y se te notaba tan contenta, que yo me ponía feliz sólo de escuchar tu voz.

Gracias mama, gracias por traerme a este mundo y por ser la mejor madre que pude tener. Hoy es mi cumpleaños pero en realidad es tu día, el día de la madre, el día que me convertiste en mujer. Un beso mama, te quiero.